domingo, 22 de enero de 2017

Cornavaques

Hola!
Recién estrenado el nuevo año, Caminets de Mallorca salía a recorrer una nueva ruta.
En una agradable y soleada mañana de invierno salíamos de Felanitx después de cargar, aún calientes, nuestras empanadas rumbo al extremo norte de la isla.
A eso de las 9.30h ya habíamos llegado junto a Cala Sant Vicenç desde donde comenzó nuestra excursión.
Comenzamos recorriendo un pequeño tramo asfaltado a la sombra de los pinos, los pocos árboles que iban a acompañarnos en todo el día, hasta llegar junto a un monolito en recuerdo a los constructores del camino por el que íbamos a continuar.
Cruzando una pequeña barrera accedimos al Camí dels Presos, nombre que comparte con otros caminos más en la isla. Una pista de grava y piedras redondeadas por el paso de los coches que acceden al coto de caza que ahora cubre toda esta zona, hacían un tanto difíciles nuestros pasos no pudiendo disfrutar completamente de la vista imponente del Cavall Bernat que aún queda a la sombra del sol que poco a poco se va levantando desde el Este.
Aún el fresco matinal nos hacía mantenernos en movimiento así que seguimos un buen tramo por el camino que va serpenteando siguiendo la forma de la ladera hasta que en unas rocas cara al sol nos encontramos lo suficiente a gusto como para parar a merendar.
A veces nos cuesta encontrar buenos lugares para comer sobretodo a la mañana cuando en un par de minutos quietos, el frío se apodera de nosotros, pero hay veces en que nos sentamos en un sitio, como este, que además de conseguir estar a una temperatura agradable y sin el molesto viento, te llena la vista con un espectacular paisaje.
La pared vertical del Cavall Bernat se alinea con el Colomer, que asomaba a lo lejos apuntando al Cap de Formentor que queda oculto aún más allá y Cala Sant Vicenç, a la sombra, aún parece no haberse despertado, tapado por la bruma que aún no ha conseguido escapar del valle.
Después de disfrutar de la merienda en este bonito y sencillo lugar, seguimos adelante.
El camino de grava sigue hasta casi dar con el mar pasando por antiguas canteras y hasta un antiguo polvorín militar que perfora la tierra casi al final del camino donde se transforma en el típico sendero de montaña donde comenzamos a ascender con algo más de intensidad.
Cuando comenzábamos a ver el cabo de Punta Galera pasamos por antiguos silos donde se fijaron cañones defensivos y algo más arriba nos alzamos sobre la cima del Puig de s'Àguila desde donde disfrutamos nuevamente de unas vistas espectaculares.
Se presentaba desde ahí frente a nosotros la sierra de Cornavaques y el pico del Castell del Rei, con su impresionante figura de quilla.
Seguimos avanzando bordeando el acantilado y atravesando una alfombra de carrizo moteada por los hitos de piedras que nos dirigen hasta llegar junto al Puig de sa Mola.
Desde esta altura, al sur, las penínsulas de Formentor, Alcúdia y, a lo lejos, Artà, formaban un curioso intercalado de mar y tierra que nos hacía imaginar una Mallorca mucho más húmeda, con lagos y ríos regando la tierra. Al norte ya se veían completamente las calas de Cala Castell y, más cerca, Cala Estremer, pedregosas y completamente aisladas.
En medio del verde valle entre las crestas de Cornavaques y el Rellar de Cala Castell se clava el Castell d'Abaix, a mitad camino entre el mar y el Castell del Rei que aún nos queda lejos.
Después de bordear Sa Mola pasamos a la parte sombría de la sierra justo sobre el torrente de ses Parres desde donde ya veíamos la cima de Cornavaques y donde no queríamos creer que debíamos llegar y es que nos hemos vuelto un poco comodones. Desde este punto parecía aún muy lejano y también muy elevado, pero bueno allá que seguimos.
El camino seguía pues a la sombra de las paredes rocosas, lleno de grandes piedras esparcidas como si hubiera ido desmoronándose la cornisa que ahora estaba sobre nosotros a la vez que el viento ascendía arrastrando el olor del mar.
Cuando finalmente salimos de nuevo al llano, a la luz del sol, comenzamos uno de esos ascensos donde ponemos la vista en la cima y sólo caminamos sin parar y sin mirar atrás.
La ladera de piedra gris era lo último que nos quedaba por recorrer donde el sendero desaparecía para dejar a cada uno elegir el camino a seguir con la promesa de unas vistas espectaculares al llegar a la cima.
Así hicimos, cada uno a su ritmo caminamos hasta llegar, al fin, a lo que queda de lo que fue el hito sobre Cornavaques.
Lo primero que te atrapa la vista son los restos de la fortaleza del Castell del Rei, que defienden la impresionante elevación rocosa y es inevitable imaginar cómo debió ser en su época habitado, cómo era la vida hace siglos en una Mallorca que ahora se abre a millones de personas y como, en cambio, quienes levantaron este castillo, pretendían pasar inadvertidos.
El Puig Tomir, Massanella y, más alejado, el Puig Major, parecen proteger a todas las elevaciones que tenemos alrededor y que forman el inicio norte de la Serra de Tramuntana. En el valle, la Mallorca más reconocida con todos sus núcleos urbanos junto al mar, ahora casi desiertos y más hacia el interior, sólo reconoce la actividad por las columnas de humo de quién intenta calentar la mañana con algo de fuego. Decenas de pequeños montes se esparcen por el llano y hacen que todo lo que conocemos de la isla parezca más simple que desde abajo. Desde aquí no hay carreteras ni se ve todo ceder a la mano del hombre, sino que el verde de los campos parece atrapar las casas y los montes son paredes oscuras infranqueables, incluso el mar atraviesa la tierra y decide qué nos deja habitar y qué no, formando los humedales que rodean Alcúdia.
Sin duda lo mejor de alcanzar una cima como esta, es darse cuenta de que la naturaleza, con toda su simpleza, siempre logra asombrar más que ninguna otra cosa.
Después de disfrutar de uno de esos lugares donde ninguna fotografía consigue hacer justicia a lo que el ojo ve en persona, comenzamos a deshacer el camino hecho, iniciando así la vuelta a casa.
Bajamos la ladera rocosa y nos dirigimos de nuevo hacia el risco junto al valle volviendo sobre nuestros pasos a la sombra de la fila rocosa hasta llegar de nuevo junto a Sa Mola.
En este punto debíamos seguir por un sendero que nos devolvería al inicio de la excursión sin tener que recorrer todo el Camí dels Presos de nuevo y que a la vez era el tramo desconocido que íbamos a descubrir completando así una ruta circular que tanto nos gusta.
Enseguida quedó claro que era un camino secundario que muy poca gente opta por seguir. Empezamos a perseguir hitos que se separaban entre si decenas de metros y que apenas conseguíamos localizar ya que el alto carrizo había hecho desaparecer el sendero, en caso de que lo hubiera.
Y así seguimos, algo desorientados hasta la cima de Sa Mola desde donde pensamos que podríamos distinguir más fácilmente la ruta de descenso.
Lo mejor de subir allí, fueron las vistas a Cala Sant Vicenç que ya resplandecía al sol de las primeras horas de la tarde, al mismo tiempo, el Cavall Bernat volvía a ser protagonista en nuestro camino al situarse al frente del sentido de nuestra marcha y sin duda que sería lo mejor de toda la bajada.
Desde el mirador también pudimos reconocer la ruta de bajada que planteaba el mapa que llevábamos aunque ningún camino se distinguía sólo un par de hitos en el collado entre las dos cimas de Sa Mola así que hasta ellos decidimos llegar para comprobar cómo se veía el sendero desde allí.
Descendimos de las rocas y llegamos hasta la única referencia que habíamos conseguido ver y como si hubieran crecido justo en el tiempo que nos tardamos en llegar, empezamos a ver una hilera de hitos que se dirigían hacia abajo así que decidimos seguir por ahí y dejar definitivamente la opción de volver por el camino que hicimos en la mañana.
Poco a poco el camino se volvió más y más vertical y, a pesar de que seguíamos los hitos de piedras que ahora se sucedían constantemente, no era para nada un descenso sencillo.
Cada vez que parecía que llegábamos a la base de la montaña que estábamos bajando, esperábamos que de pronto se suavizara el terreno y apareciera un camino claro por el que hacer la parte final, y pudiéramos parar a comer con la tranquilidad de saber que lo peor ya lo habíamos superado.
Lamentablemente no fue así en ningún caso.
Un momento dado llegamos a un terreno abierto en el que se acabó la hilera de hitos y empezamos a ir algo "a ciegas". Aún estábamos a bastante altura respecto al final de la excursión así que no parecía que fuera a mejorar la bajada en ningún momento, si a caso todo lo contrario, ya que parecía como si de un momento a otro se fuera a cortar el terreno y dejarnos sin modo alguno de seguir.
Así que comparando nuestra situación en el GPS con las imágenes de la ruta que teníamos marcada en el mapa fuimos avanzando con muchas dificultades ya que no existía nada que aparentara ser un camino, sólo algún triste hito que se presentaba de vez en cuando casi tapado por la vegetación, nos indicaba que no íbamos tan perdidos como parecía.
Finalmente, después de una larga, difícil y para nada recomendable bajada de casi dos horas, llegamos junto a la barrera que daba inicio al Cami dels Presos, donde paramos a comer antes de caminar los últimos metros hasta el coche y poner fin a esta excursión.

Hasta la próxima!

Perfil de altitud (clicar para ampliar)









Fecha: 7 de enero de 20176
Distancia: 11km 490m
Tiempo: 6h 54m
Mapa de la ruta: Cornavaques
Álbum de fotos: Cornavaques

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